Comentario
En los muchos años de su reinado como Princeps (27 a. C.-14 d. C.) Augusto tuvo tiempo de organizar y gobernar el Imperio Romano y de desarrollar en el mismo un programa asombroso de obras públicas y bellas artes. La posteridad hubo de reconocer lo muy justa que había sido su presunción de haber convertido la Roma de ladrillo -o mejor, de adobe- que había recibido, en la ciudad de mármol que dejaba: "marmoream se relinquere, quam latericiam accepisset" (Suetonio, Aug. 28). El descubrimiento de las canteras de mármol de Carrara y Luna le permitió disponer de un material excelente, tanto para la arquitectura como para la escultura, y no cabe duda de que supo aprovecharlo.
El arte de su época buscó su inspiración en el griego del siglo V, sobre todo en escultura, y fue modélico para todos los movimientos clasicistas que se produjeron en la Roma de época imperial. Estos no tuvieron ya que recurrir al arte clásico de Grecia, sino que lo hicieron al de Augusto, dotado de gran personalidad y de fuerte sabor romano. El perfil de camafeo que los artistas dieron al retrato de Augusto en estatuas y gemas, encarna el espíritu de Roma con tanta dignidad como el del Pericles de Crésilas lo hace con el de la Atenas de su tiempo.